domingo, 8 de febrero de 2009

Caballero de la Orden del Santo Sepulcro



La orden del Santo Sepulcro pensada como un cuerpo de guardia de honor para el rey y el patriarca de Jerusalén, fue una de las más poderosas de las órdenes militares fundadas en Tierra Santa. Sin embargo, tuvo menos importancia que las de sus homólogas órdenes del Temple y el Hospital



Según la tradición, el fundador de esta noble orden militar fue el mismo Godofredo de Bouillon poco después de que los cruzados acometiesen la conquista de Jerusalén en 1098. Pero como sucede en la mayoría de las historias referentes a las órdenes militares, es difícil discernir qué es lo que hay de real detrás de esta leyenda´

En efecto, poco se sabe de los orígenes de la orden y del año en que fue realmente fundada. De lo que parece haber menos dudas es que el cometido de la nueva congregación fue la custodia del Santo Sepulcro y de la reliquia de la Vera Cruz, la más preciada de la cristiandad. De ahí que este cuerpo acabara adoptando el nombre distintivo de orden del Santo Sepulcro, y sus caballeros fueran conocidos como sepulturistas.

Según parece, la orden estaba compuesta por un centenar de caballeros escogidos a partes iguales entre lo más selecto de la órdenes militares del Temple y el Hospital. Ambas debían adoptar además, un millar de sirvientes de armas, de manera que es fácil imaginar que este legendario cuerpo llegó a constituir un contingente militar de gran valor en la siempre precaria defensa del reino de Jerusalén.

Como guardia de corps del monarca y del patriarca de Jerusalén, los caballeros de la orden del Santo Sepulcro debieron participar en casi todos los hechos de armas acaecidos en Tierra Santa hasta la caída del primer reino. Sin embargo, su presencia apenas se menciona en las fuentes en que se hace alusión en infinidad de ocasiones a los templarios y los hospitalarios, órdenes sobre las que descansaba la defensa del reino. Con todo, parecen estar documentados en el sitio de Tiro de 1128, en la toma del castillo de Montferrand en 1146, en el asedio de Damasco de 1153 y en el sitio de Acre de 1180. En términos generales, es de suponer que la órden participó en todas las ocasiones en las que el rey de Jerusalén solicitaba ayuda militar al patriarca de la ciudad santa y, sobre todo, cuando la insignia de la Vera Cruz era enarbolada en combate. Así se puede afirmar con cierta seguridad que los caballeros de la orden del Santo Sepulcro tomaron parte en 1187 en la campaña de liberación de la ciudad de Tiberíades, asediada por el ejército de Saladino, y que terminó en la desastrosa jornada de los Cuernos de Hattin, que llevó al derrumbe del reino cruzado levantado por Godofredo de Bouillon apenas un siglo antes. En esa ocasión, no fue el patriarca Heraclio quien guió a las tropas cristianas bajo el estandarte de la Vera Cruz, como era su obligación, sino que delegó el cometido en el prior del Santo Sepulcro y el obispo de Acre. En medio del desastre, los caballeros del Santo Sepulcro no pudieron evitar que la Vera Cruz, la reliquia más venerada por toda la cristiandad cayera en manos de Taki ed-Din, el valeroso sobrino de Saladino que mandaba el ala derecha del sultán.

Con el final del reino latino de Jerusalén y la toma de la ciudad por Saladino en 1187, la orden del Santo Sepulcro se difundió por Europa y se acomodó en distintos países de la cristiandad occidental, recibiendo importantes donaciones en el imperio romano-germano, Polonia y Francia.

Los miembros de la orden del Santo Sepulcro de distinguían por el emblema adoptado por la congragación: la cruz potenzada roja bordada sobre el manto (más tarde se añadirían otros cuatro brazos en los ángulos formando la conocida cruz de Jerusalén) y, en el mismo color, una cruz patriarcal -es decir, de doble travesaño- sobre el pecho, que era símbolo de la potestad de la más alta autoridad religiosa de la ciudad de Jerusalén.

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