martes, 17 de febrero de 2009

Honderos baleares




Famosos y temidos en todo el Mediterráneo, los honderos baleares fueron una pesadilla para el enemigo por su maestría y destreza en el uso de la honda.



El hondero balear es probablemente uno de los primeros colonizadores de las islas baleares, aunque su procedencia todavía es discutida, se suele afirmar que provienen del extremo oriental del mediterráneo, las mismas islas le deben el nombre a estos lanzadores de piedras, ya en los textos clásicos se afirma esto: por ejemplo, para Diodoro, “los griegos las denominan Gimnesias; los nativos y los romanos las denominaron Baleares debido a que son los mejores entre los hombres para lanzar grandes piedras con la honda” (Diodoro V, 17, 1). O bien Plinio: “[..] a las Islas Baleares, las islas de los honderos, los griegos las denominaron Gimnesias.” (Caius Plini, Historiae Naturalis libri XXXVII, vol.1, Lipsia 1830, pág. 243-244) o Servi: "Las islas Baleares fueron en primer lugar, denominadas Gimnesias, después, cuando fueran ocupadas por los griegos, ya que sus habitantes atacan a sus adversarios con piedras que voltean con la honda, éstos denominaron Balears las islas que ésos habitaban, nombre derivado que significa: lanzar" (Servi, Ad Virgil. Georg. I, 309).

Las teorías sobre la raíz de la denominación balear son variadas y los textos antiguos no acaban de aclarar la procedencia, desde la raíz fenicia, la romana o la griega; no es éste el lugar para debatir tales teorías pero lo cierto es que todas ellas se basan en la referencia a los hombres que lanzan piedras, a los honderos. De ahí la importancia que se deduce de estos honderos baleares.

Los honderos baleares eran considerados unos combatientes letales y muy eficientes, de hecho desde que nacían eran iniciados en el arte del manejo de la honda, una de las pruebas que hacían las madres con los retoños era colocarles la comida en una rama y no probaban bocado hasta que no era capaces de derribarla con su honda de una certera pedrada, Licofron de Calcis (280 aC) en su poema Alexandra (versos 633-641), cuando habla de los fugitivos de la guerra de Troya que llegan a Gimnesias (antiguo nombre dado por los griegos al archipiélago balear, el autor es de origen griego, concretamente de Alejandría, de ahí la denominación) donde se da esta descripción:
"después de navegar como cangrejos en las rocas de Gimnesis rodeados de mar, arrastraron su existencia cubiertos de pieles peludas, sin vestidos, descalzos, armados de tres hondas de doble cordada. Y las madres señalaron a su hijos más pequeños, en ayuno, el arte de tirar; ya que ninguno de ellos probará el pan con la boca si antes, con piedra precisa, no acierta un pedazo puesto sobre un palo como blanco. "
El material que se empleaba para la fabricación de una honda era diverso: a veces se utilizaban manojos trenzados de fibra vegetal, de lino, de esparto o incluso de crines de animal. En otras ocasiones se podían emplear las tripas o los nervios entrelazados de algún animal. El proyectil o bala era de piedra o de plomo. Los de piedra se seleccionaban rigurosamente por su dureza y aerodinámica para dirigir el tiro con gran precisión. Pesaban alrededor de unos 100 gramos y un diestro hondero podía lanzar con destreza a distancias que rondaban los 100 metros.

Los proyectiles de plomo se fabricaban con un molde y tenían la ventaja de incrementar la capacidad de impacto y penetración en los elementos sólidos como las protecciones metálicas y de cuero de los enemigos. El peso de cada proyectil oscilaba entre los 45 y los 90 gramos y permitía obtener más velocidad, más alcance y reducir el efecto de retardo


Los honderos luchaban en primera línea como infantería ligera y junto con los arqueros, eran los encargados de romper las líneas enemigas, se disponían separados 2 o 3 metros para poder manejar las hondas sin entorpecerse, los efectos de los honderos en las filas enemigas eran terribles ya que los proyectiles lanzados, ya fuera de piedra o de plomo, podían llegar a pesar hasta medio kilo, y no había armadura ni escudo que soportara esos impactos, por lo que se puede imaginar la devastación que causaban. Una vez habían roto el orden defensivo del enemigo, dejaban paso al resto del ejército que iniciaba la carga. Cuando habían arrojados todos los proyectiles contra el adversario, durante el combate se protegían con un escudo de piel de cabra y una jabalina endurecida al fuego.

Los honderos baleares iban siempre armados con tres hondas, teniendo cada una de ellas un uso diferente: la pequeña atada a la cabeza se empleaba para disparos a corta distancia; la atada a la cintura para lanzar proyectiles de mayor tamaño o bien para lanzamientos a larga distancia; la tercera, la que por su tamaño resultaba más manejable, la llevaban siempre en la mano. Según Diodoro de Sicilia (S. I a.C) "su equipo de combate consta de tres hondas, una de las cuales llevan en la cabeza, otra en la cintura y una tercera en la mano; utilizando esta arma son capaces de arrojar proyectiles mayores que los lanzados por otros honderos y con una fuerza tan grande que parece que el proyectil ha sido lanzado por una catapulta. Por ello en los ataques a las ciudades son capaces de desarmar y derribar a los defensores que se encuentran en las murallas y, si se trata de combates en campo abierto, consiguen romper un número enorme de escudos, yelmos y toda clase de corazas".

Su valor y pericia les convirtió en famosos soldados a lo largo de todo el mediterráneo, combatían como mercenarios, normalmente cobraban por sus servicios en especies, sobre todo por cosas que escaseaban en las islas como vino, aceite o mujeres.
Participaron en la guerra greco-púnica como mercenarios a favor de los fenicios y en las guerras púnicas a favor de los cartagineses, tras el sometimiento de las Baleares por Roma (lo cual no fue nada fácil, de hecho, para recalar en las islas, los romanos tuvieron que acorazar sus embarcaciones, forrándolas de cuero, ya que los honderos hundían sus barcos disparando a la misma línea de flotación de la nave. Valga decir que tal fue el sufrimiento de las legiones romanas, que tardaron dos años enteros en someter las islas), estos mercenarios pasaron a formar parte de las tropas auxiliares romanas y combatieron junto a Julio César en su conquista de la Galia.
La estabilidad de la Pax romana, que favoreció el comercio y la explotación ganadera y agrícola de nuevos productos como el aceite, el vino, el trigo así como la progresiva “romanización” de las islas sometidas conformaron un nuevo estilo de vida en el que no tenía cabida la honda, convertida en instrumento de juegos de habilidad o en herramienta de los pastores, en manos de los cuales ha llegado hasta nuestros días

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