
Las grandes victorias obtenidas por los alemanes en la primera fase de la guerra dieron lugar a extravagantes afirmaciones en la creencia de haberse conseguido la fórmula de la victoria por medio de la blitzkrieg, sin embargo la blitzkrieg no era esencialmente otra cosa que la reafirmación de la primacía de la ofensiva. Los alemanes iban consiguiendo grandes resultados de este principio por varias causas. Primero porque utilizaban adecuadamente la movilidad y la potencia de fuego de sus vehículos acorazados y de la aviación y en segundo lugar porque supieron conseguir que los diversos elementos de combate de sus divisiones acorazadas actuasen en estrecha cooperación.
El mérito de esta forma de combate fue atribuido de manera natural al generalato alemán y, de manera especial a Heinz Guderian, un brillante táctico especializado en la lucha con blindados. Sin embargo, la verdad histórica es que el inventor de la guerra relámpago no había sido ninguno de los generales de Hitler. De hecho, ni siquiera había sido alemán. El creador y primer teórico de aquella nueva forma de lucha que preveía la utilización masiva de la aviación y audaces movimientos de tanques fue el capitán británico Basil Lidell Hart. Este había asistido a la primera utilización de tanques en el frente occidental durante la Gran Guerra y no había tardado en percatarse de que un arma de aquellas características no podía verse reducida al papel de mero acompañamiento de la infantería. Impulsado por esa seguridad, escribió varios artículos especializados en los que trazaba las líneas maestras de la guerra relámpago... y que pasaron prácticamente desapercibidos.


El ataque comenzaba siempre después de un corto pero intenso bombardeo -con artillería y aviones de bombardeo en picado- concentrando el esfuerzo principal sobre el punto más débil del despliegue enemigo. Las divisiones panzer constituían la punta de la lanza de ataque y en ellas recaía la misión de realizar la ruptura y profundizar después en territorio enemigo, creando una gran confusión entre las fuerzas enemigas. Junto a las columnas acorazadas estaban las unidades de infantería motorizada, encargadas de eliminar las resistencias más fuertes, mientras los carros avanzaban sin detenerse.

Mientras los blindados progresaban en el terreno, las unidades de infantería se ocupaban de liquidar las bolsas de soldados enemigos que habían quedado superadas. Al mismo tiempo la aviación de apoyo protegida por el dominio del aire conseguido por los cazas abriría el camino a las fuerzas de tierra destruyendo los nudos de comunicación del enemigo y dislocando así la intervención de sus reservas. La clave del éxito radicaba en el dinamismo que se supiese imprimir en el intercambio de funciones de los distintos elementos disponibles.
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